TRANSHUMANISMO
Resumen
El Transhumanismo es un paradigma que irrumpe en el siglo XXI proponiendo el mejoramiento de nuestra especie a través de la tecnología. Este movimiento surgido en el hemisferio norte, intenta modificar a los seres humanos utilizando métodos que van desde la biotecnología hasta la manipulación genética, aduciendo que “debemos” mejorarnos para el bien de las generaciones venideras, sin especificar cómo será el resultado de dicha transformación que nos convertiría en seres diferentes: en posthumanos.
Si bien existe en nosotros una tendencia que nos inclina a buscar el modo de superar las limitaciones propias de nuestra condición y alcanzar la felicidad, el Transhumanismo propone ir más allá: alargar la vida terrena hasta límites insospechados y crear nuevas capacidades físicas y mentales.
Por su parte, los Bioconservadores se oponen a esta ideología y niegan que tenga un sustento divino como se alega, viéndola más cercana al utilitarismo. Son, en general, pensadores que exigen prudencia y un estudio ético detallado de las consecuencias que surgirían al modificar la esencia humana.
II.2. Otras voces bioconservadoras
Planteado el problema, nos gustaría mencionar a otros referentes Bioconservadores de peso que han intentado limitar el avance transhumanista con argumentos éticos.
Su lema podría ser: “Aun cuando fuera técnicamente posible y legalmente permisible, realizar ciertos tipos de mejora biomédica no sería moralmente ético”.
Destacamos a Leon Kass, Presidente del Consejo de Bioética americano y tenaz defensor de la libertad de elección y la igualdad de derechos. A Francis Fukuyama, que publicó su célebre libro Our Posthuman Future20 y en su artículo “Transhumanism” considera a este paradigma como “la idea más peligrosa del mundo”.
A Michael Sandel y su libro Contra la perfección 21 donde prevee que el Transhumanismo puede desembocar en una sociedad estratificada e insolidaria, que despreciaría a quienes padecen discapacidades y socavaría el compromiso con la justicia distributiva.
A los bioeticistas George Annas, Lori Andrews y Rosario Isasi quienes han propuesto una legislación para que sea un “crimen contra la humanidad” la modificación genética heredable en seres humanos. Y por último, nos gustaría referirnos a Adela Cortina, quien propone una “biomejora moral” a través de la educación. La filósofa española afirma que el tema se extiende a infinidad de ámbitos, como el rendimiento deportivo y las cuestiones de dopaje, las relaciones de pareja, la mejora cognitiva o genética y la cuestión de los organismos modificados genéticamente, incluidos animales y plantas, por lo tanto debería tratarse en el ámbito educativo como programa de Estado.
Quizás por nuestra parte podemos añadir que, según inferimos de los argumentos transhumanistas, una persona, gracias a una intervención biotecnológica, pasaría a ser feliz, longeva y sana. Es una afirmación completamente desligada de toda dimensión cultural, política, social y moral que se plantea reducida a un asunto meramente técnico.
Pareciera que se enfoca en un individuo mejorado al que se rodearía de otros con sus mismas características sin tener en cuenta a toda la sociedad en conjunto con anhelos o costumbres específicas.
Personalmente no me parece que una intervención científico- técnica pueda ofrecer por sí sola garantías de mejora del horizonte social en el que dichas intervenciones tendrían lugar. Se necesitaría de un trabajo más profundo en el ethos de un pueblo que por lo general difiere del de otros, globalización al margen.
Además siempre está latente la desconfianza acerca de las verdaderas intenciones del proyecto transhumanista. Pensemos que para ser llevado a cabo es necesaria una alianza de gobierno-empresas-científicos y que no sólo brindarán la posesión de patentes sino que lograrán poder de decisión sobre cuestiones hasta hoy personales.
Si el mejoramiento es para toda la sociedad, lógicamente el gobierno ha de intervenir y cada grupo político, social o ideológico presionará para la implementación de ciertas mejoras en lugar de otras. Ello implica que, tal como hoy en día se establecen con más énfasis ciertos planes de estudio para determinados campos con el objeto de obtener más técnicos en informática o mayor número de ingenieros en computación, del mismo modo se establecerá qué tipo de humanos se desea lograr.
Un Estado podría preferir seres humanos más inteligentes, más pacíficos o más belicosos, con determinados rasgos físicos o, incluso, más pequeños para que consuman menos: el mercado genético estaría a disposición.
Entre las cuestiones no tratadas por el paradigma transhumanista, haremos referencia también al tema de la sobrepoblación. Con las enfermedades controladas e individuos longevos, no sabemos si estamos preparados para sostener un planeta con el triple de población o si debería cambiarse la edad de retiro de los trabajadores extendiendo su vida laboral, ya que todos gozarán de excelente salud y lucidez por mucho más tiempo, desconociendo a ciencia cierta si existirán los correspondientes puestos de trabajo en un mundo cada vez más tecnificado. Tampoco se habla de cómo se llevaría a cabo la eugenesia liberal, sólo se menciona que se vivirán las vidas que “valen la pena ser vividas” sin dar detalles de cuáles serían. Este era un tema con el que el Padre Juan Carlos Scannone estaba profundamente comprometido abogando por la importancia de cada vida y el valor irreductible de la persona humana más allá de la manipulación tecno-científica.
Como vemos, es un paradigma de primacía absoluta de lo tecnológico donde todo lo demás parece secundario. De seguirse la ideología transhumanista, se pone en duda si los seres humanos seguiremos ejerciendo la libertad de elección: pareciera que nos encaminamos a que serán otros quienes tomarán todas las decisiones por nosotros.
Conclusión
La controversia podría resumirse en dos posturas: según los transhumanistas no hay razón para considerar sagrado o intocable el funcionamiento normal del ser humano ni dotarlo de normas morales.
Además, basándose más de una vez en la concepción darwiniana para dar fundamento a sus afirmaciones, consideran que el hombre aún no ha finalizado su evolución y, como pasó de primate a hombre, así
pasará de hombre a posthumano, con la diferencia que en lugar de tardar muchos miles de años, la transición se vería acelerada por la tecnología.
Por el otro lado, para los bioconservadores, no es necesario hacer todo lo que “se puede” sin respetar normas morales, límites ni gratitud por lo dado. No reconocen en el Transhumanismo bases teológicas y creen que se debe conservar un elenco estable de atributos humanos que nos caracterizan como especie prohibiendo que ciertos cambios genéticos sean heredables. Temen que la sociedad en su conjunto, más que estratificada, quede literalmente dividida en dos castas: la superior y la de los “pobres” seres humanos
comunes.
A partir de aquí se plantean interrogantes morales hasta ahora desconocidos que nos llevan a reformular cuestiones y conceptos.
Sabemos que existe un corpus de habilidades humanas básicas y no poseer alguna se considera una discapacidad. Pero dotar adrede a ciertos grupos de capacidades extraordinarias que serían imposibles de obtener por la gran mayoría, fomentaría la aparición de un tipo humano separado o de diversos tipos de post-humanos que no compartirían las capacidades generales.
Y en este punto volvemos al planteo filosófico inicial: los transhumanistas consideran que muchas características humanas que han sido vistas como “accidentes inmutables”, ahora pueden ser cambiadas e incluso tenemos la obligación de hacerlo por el bien de la humanidad ya que “lo técnicamente posible debe hacerse”.
Comprobamos en esta deducción un salto inexplicable del “es” al “debe” nunca tratado.
Cabe aquí preguntarse lo que nos ha enseñado el Padre Scannone: ¿Lo técnicamente posible debe hacerse o su límite es lo éticamente correcto?
NUEVO PENSAMIENTO. Revista de Filosofía del Instituto de Investigaciones Filosóficas de la Facultad de Filosofía de la
Universidad del Salvador, área San Miguel. ISSN 1853-7596. Volumen X, Número 16, Año 10, Julio-Diciembre de 2020. Págs. 429-446.
Sitio web: http://www.editorialabiertafaia.com/nuevopensamiento/index.php/nuevopensamiento
FRAGMENTO: EL TRANSHUMANISMO EXTROPIANO
Autor. Max More
El transhumanismo extropiano ofrece una filosofía de vida optimista, vital y dinámica. Contemplamos una vida de crecimiento y posibilidades ilimitados con entusiasmo y alegría. Buscamos anular todos los límites a la vida, la inteligencia, la libertad, el conocimiento y la felicidad. La ciencia, la tecnología y la razón deben unirse a nuestros valores extrópicos para abolir el mayor mal: la muerte. La muerte no detiene el progreso de los seres inteligentes considerados colectivamente, pero destruye al individuo. Ninguna filosofía de vida puede ser verdaderamente satisfactoria si glorifica el avance de los seres inteligentes y, sin embargo, condena a todos y cada uno de los individuos a pudrirse en la nada. Cada uno de nosotros busca el crecimiento y la trascendencia de nuestras formas y limitaciones actuales. La abolición del envejecimiento y, finalmente, de todas las causas de muerte, es esencial para cualquier filosofía de optimismo y trascendencia relevante para el individuo.
Los seres humanos han tratado de imbuir a sus vidas de un sentido más pleno de significado mediante la creencia en la posibilidad de conectarse con un reino superior, trascendiendo sus limitaciones y fusionándose o al menos comunicándose con el Infinito y el Eterno.
Aparte de la pura falsedad e irracionalidad de la religión, ha tenido la desafortunada consecuencia (identificada por Ludwig Feuerbach) de degradar a la humanidad. Al inventar un Dios o dioses y elevarlos por encima de nosotros, al hacer de la divinidad externa la fuente de significado y valor y al humillarnos ante estos poderes superiores, hemos sofocado nuestro propio sentido emergente de valor personal. Podemos mirar hacia arriba mientras estamos de rodillas, pero no podemos caminar hacia adelante.
La filosofía extropiana no busca fuera de nosotros una fuerza alienígena superior en busca de inspiración. En cambio, mira dentro de nosotros y más allá de nosotros, proyectando una visión brillante de nuestro futuro. Nuestro objetivo no es Dios, es la continuación del proceso de mejora y transformación de nosotros mismos hacia formas cada vez más elevadas. Superaremos nuestros intereses, cuerpos, mentes y formas de organización social actuales. Este proceso de expansión y trascendencia es la fuente de la significación.
¿Qué es la significación y por qué la filosofía extropiana del transhumanismo es especialmente eficaz para nutrirla y alimentarla?
Una vida estática, cerrada en sí misma y que nunca busca nuevos valores, que nunca crece, que nunca explora, es una vida sin sentido. Si el universo estuviera controlado por un ser malévolo que frustrara todos tus planes incluso antes de que pudieran hacerte avanzar, no podrías conectarte con nada más allá de tu condición actual. Incluso si fueras libre de planificar y actuar, tu vida carecería de mucho significado si tus planes a largo plazo no llegaran más allá de las estrechas preocupaciones actuales (como la búsqueda de la gratificación inmediata y las condiciones para su continuación).
Quedará claro por qué la muerte socava el significado. La terminación involuntaria de la vida limita las formas y el grado en que puedes conectar tu vida con otros valores. Las personas buscan significado al conectarse con muchas cosas y causas diferentes: causas políticas y sociales de todo tipo, tener hijos, buscar la belleza o el conocimiento, las relaciones con los demás y el autodesarrollo. Nos preocupamos por la falta de significado cuando nos preguntamos "¿Es esto todo lo que se trata?", "¿Es simplemente esto?". Encontramos más significado a medida que nos damos cuenta de las conexiones de nuestras preocupaciones con valores más amplios y a medida que nos involucramos más intensamente en estas preocupaciones trascendentes.
No importa cuán amplio sea el campo de valores al que conectamos nuestras vidas, intelectualmente podemos salir de ese campo y preguntarnos "¿a qué viene eso? ¿Qué significa eso?". Incluso si los valores a los que nos vinculamos son en sí mismos extremadamente amplios e importantes, parece que siempre podemos permanecer fuera de ese sistema de significado y preocuparnos por su idoneidad o su significado último. Cuanto más amplio sea el campo de las relaciones de significado, más difícil y tenso será este cuestionamiento. Si, no importa cuán amplio sea el ámbito con el que nos conectamos a nosotros mismos y a nuestros propósitos, siempre hay un contexto más amplio desde el cual cuestionar el significado, tal vez lo que necesitamos es un campo de significado que sea ilimitado y fuera del cual no podamos permanecer. Como señala Robert Nozick: "La vida intelectual parece ofrecer una ruta a través de todos los límites: no hay nada en lo que no se pueda pensar, teorizar, reflexionar."(597) Sin embargo, aunque el pensamiento puede
vincularnos con todo, es sólo una tipo particular de enlace. Una vida significativa implicará algo más que una simple consideración abstracta de los valores. El significado implica trascender los límites, pero trascender los límites para conectar con algo trivial no servirá para proporcionar significado. Para que la trascendencia de los límites otorgue significado, aquello con lo que nos conectamos debe ser valioso. El sentido de una vida será la estructura de valores con la que se conecta.
Si el valor es unidad orgánica o un cierto orden interno, la trascendencia de los límites involucrados en la significación requiere la ruptura de viejos órdenes, la demolición de unidades estancadas. Según una visión (que Nozick identifica como la clasicista), el objetivo de trascender los límites es alcanzar niveles de valor cada vez más altos. El objetivo son las unificaciones, los nuevos niveles de valor y ordenamiento. Una visión alternativa (la romántica) sitúa el objetivo del proceso en la destrucción de las unidades. No necesitamos elegir entre estos puntos de vista. Lo que importa no es ni la construcción de nuevos ordenamientos y unidades ni su trascendencia por sí sola. La importancia radica en el proceso de ordenamiento y trascendencia. El valor del proceso está en su alternancia de unificación y trascendencia. Esta alternancia por sí sola no será suficiente; si la alternancia fuera similar al eterno retorno de Nietzsche, o a la tarea infinitamente repetitiva de Sísifo, no tendría ningún sentido. El proceso de crear y romper estructuras orgánicas alternativamente puede considerarse significativo si tiene dirección.
Éste es el núcleo del enfoque extropiano de la significación: la vida y la inteligencia nunca deben estancarse; debe reordenar, transformar y trascender sus límites en un proceso progresivo ilimitado. Nuestro objetivo es la continuación exuberante y dinámica de este proceso ilimitado, no el logro de alguna condición final supuestamente ilimitada.
El objetivo de la religión es la comunión con Dios, o simplemente servirlo, siendo superior a nosotros. El objetivo extropiano es nuestra propia expansión y progreso sin fin. La humanidad no debe estancarse, retroceder a una vida primitiva o detener nuestro floreciente movimiento hacia adelante, hacia arriba, hacia afuera, sería una traición a la dinámica inherente a la vida y la conciencia. Debemos avanzar hacia la transhumanidad y más allá hacia una etapa posthumana que apenas podemos vislumbrar.
Dios era una noción primitiva inventada por gente primitiva, gente que apenas comenzaba a salir de la ignorancia y la inconsciencia. Dios era un concepto opresivo, un ser más poderoso que nosotros, pero hecho a imagen de nuestras crudas concepciones de nosotros mismos. Nuestro propio proceso de expansión interminable hacia formas superiores debería y reemplazará esta idea religiosa.
Como extropianos que buscamos y promovemos la expansión trascendente, somos la vanguardia de la evolución. La humanidad es una etapa temporal en el camino evolutivo. No somos el cenit del desarrollo de la naturaleza. Es hora de que nos hagamos cargo conscientemente de nosotros mismos y aceleremos nuestro progreso. No más dioses, no más fe, no más tímidos retraimientos. Salgamos de nuestras viejas formas, de nuestra ignorancia, de nuestra debilidad y de nuestra mortalidad. El futuro es nuestro.

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